Me referiré primeramente al Congreso Nacional de Avicultura, efectuado en noviembre de 2021, el cual seguramente no lo recordaremos por un número, sino por ser el primer evento de este tipo que desarrollamos después de iniciada la pandemia del Covid-19 que sorprendió a todo el mundo con su aparición ya hace más de 18 meses, trayendo la mayor crisis que ha experimentado la humanidad entera en los últimos 100 años. Aunque al día de hoy, tanto en Panamá, como a nivel mundial nos sentimos optimistas con los avances alcanzados en el control de la pandemia y la recuperación de la normalidad, todavía resulta incierto el momento en que podamos marcar el antes y el después de este inimaginable suceso que ha traído tanto sufrimiento y desasosiego, traducido en la pérdida de millones de vidas e inmensas secuelas a nivel sanitario, económico y social que han dejado al descubierto las enormes brechas de desigualdad e inequidad entre las grandes economías y los países con menos recursos.
Aunque en este momento está muy claro que todavía nos toca seguir luchando para vencer la pandemia, es una ocasión propicia para rendir un sentido homenaje para todos los panameños que perdieron la batalla contra el Covid-19, en especial a los colaboradores e integrantes de la actividad avícola y sus familiares, a quiénes recordaremos siempre con gratitud y respeto. Nuestro reconocimiento también a los cientos de héroes anónimos de la avicultura que durante todos estos meses de pandemia, han mantenido ininterrumpidamente las actividades de producción de las proteínas más consumidas en el país, como lo son los pollos y lo huevos, que en ningún momento faltaron en la mesa de los hogares panameños.
Aunque todavía no llega ese anhelado antes y después de la pandemia, sería imperdonable que a esta altura, la humanidad entera, los gobiernos, los líderes políticos, científicos, empresarios y también nosotros, los productores, no meditemos profunda y responsablemente sobre las lecciones que nos está dejando esta pandemia, provocada, en gran medida, por una descontrolada y frenética carrera por llevar al límite la explotación de los recursos naturales, privilegiando muchas veces la depredación ambiental por encima del respeto a los ecosistemas y del balance que debe existir en la relación entre los seres humanos y la naturaleza.
Tenemos la esperanza de que con lo ocurrido, no nos equivoquemos pensando que la única connotación de esta experiencia que ha vivido el mundo es exclusivamente sanitaria. La verdadera y cruda realidad es que la pandemia solamente ha venido a develarnos con toda su crudeza el creciente drama humano que viven millones de personas en todo el mundo que experimentan a diario las penurias del hambre, las enfermedades, la pobreza, la falta de educación, empleo, desnutrición y explotación que los obliga a vivir en condiciones de miseria o a migrar a otros países en busca de esos sueños de una vida mejor que muchas veces terminan convertidos en verdaderas pesadillas.
Por eso, sería muy decepcionante que después de todo lo que el mundo ha vivido durante estos casi dos años, en el momento que podría considerarse el gran reinicio de la humanidad post pandemia, no se tenga en cuenta o se ignore que, en el mediano y largo plazo, será dañino para la estabilidad democrática, económica y social, lo mismo que para la independencia y soberanía alimentaria de los países pequeños como el nuestro, los modelos económicos que, en el desarrollo de sus relaciones comerciales, no estén basados en la reciprocidad y en la complementariedad de la actividad exportadora, lo mismo que aquellos que desconozcan las asimetrías, las prácticas desleales y los enormes subsidios y ayudas económicas que provocan las inequidades que terminan destruyendo o desplazando la producción agropecuaria de países como el nuestro, base social para la lucha contra la pobreza, el hambre, la desnutrición y el desempleo, causas emergentes de la gran ola migratoria que sacude al mundo y que tiene una creciente y preocupante incidencia en nuestra región.
Sobre esta preocupación que se hará presente con mayor fuerza a partir del 1 de enero de 2022 cuando se inicie la desgravación arancelaria de los productos que fueron reconocidos como sensitivos en el Tratado de Promoción Comercial celebrado entre Panamá y los Estados Unidos, tenemos que hacer nuestro reconocimiento especial al Gobierno Nacional que ha asumido el compromiso de acompañar a los productores y gremios del sector agropecuario en su lucha para que nuestro socio comercial admita y le de valor a nuestro argumento de que las causas que ameritaron el reconocimiento de la sensibilidad de estos rubros, incluyendo el muslo encuentro de pollo, se mantienen presentes en este momento, tanto como lo estuvieron cuando se negoció el Tratado, lo que justifica plenamente que nuestro socio comercial se muestre consecuente con la necesidad de construir los entendimientos y las fórmulas de solución que eviten el menoscabo de estos importantes rubros de la producción nacional.